Llega de nuevo la Navidad, y de nuevo lo que podría ser no es. Me resulta bastante triste ver como aunque algunas formas se conservan en cierta medida, el fondo, el sentido, de esta fiesta se ha perdido. Y no me refiero al sentido cristiano, o católico de la fiesta, si no al sentido más antiguo, más profundo. Además, a la práctica, estas fechas se reducen a ver familia que no veíamos en siglos, atiborrarnos de comida hipercalórica, y en gastar y gastar, aunque sea de buena voluntad. Quizá vaya bien recuperar un poco el origen de toda esta parafernalia.
La fiesta de la Navidad la celebraban varios pueblos mediterráneos antes de la aparición del cristianismo. Leyendo la Biblia vemos como Jesús, si existió, no pudo nacer en invierno si no en primavera o verano. Como la fecha exacta de su nacimiento no viene detallada, la iglesia primitiva (300 años después de la muerte de Jesús) decidió establecer su nacimiento el 25 diciembre, fecha en que en el Imperio se celebraba el nacimiento del dios Sol Invictus y del dios Mitra (de origen Persa y también solar). Los pueblos germanos también celebraban en esas fechas Yule, otra fiesta solar. La iglesia utilizó el sincretismo desde su origen para ayudar a la difusión de la nueva fe. Por este motivo la verdadera significación de la Navidad no es cristiana. Muchas formas precristianas se han mantenido (la luz, el árbol de navidad/tió de nadal, la fecha de celebración, dar regalos…) pero poca gente se para a pensar el porqué y el para qué de todas estas tradiciones. Porque muchas de estas formas no se pueden relacionar directamente con el credo cristiano, es más algunas estuvieron perseguidas por la iglesia.
A nadie se le escapa que el solsticio de invierno (el 21 de diciembre) tiene algo que ver con todo esto, que las tradiciones del árbol de navidad, o de “fer cagar el tió” tienen más de paganas que de cristianas, pero creo que es necesario revalorizar esta fiesta y devolverle su sentido original.
El 21 de diciembre es el solsticio de invierno, la noche más larga del año, y por lo tanto marca el cénit de oscuridad en el ciclo anual. Sin embargo justo después del máximo de oscuridad comienza el sol a ganar terreno de nuevo, los días vuelven a alargarse y nos vamos acercando poco a poco a la primavera y al despertar de la naturaleza. Muchas culturas celebraban alrededor del solsticio, probablemente 3 días después (que casualidad que Jesús resucitó al tercer día), esto es el amanecer del 25, el renacimiento del Sol.
El hombre desde muy antiguo se ha considerado parte operante dentro del cosmos, y se ha creído con el deber y el poder de actuar sobre la naturaleza, para ayudarla a mantener su equilibrio (o modificarlo en su propio favor, como veremos cuando llegue San Juan).
En este caso para ayudar a que el Sol renazca lo que se hace durante el solsticio (y alrededores) es encender fuegos, es decir luces, derivadas hoy día en luz eléctrica, para impulsar al astro en su resurgir. El leitmotiv detrás del árbol de navidad y del tió de Nadal es muy similar. Durante el invierno (máxime en el solsticio) la naturaleza se haya dormida, y no da frutos, es el momento en que más ayuda necesita para que en primavera vuelva a despertar. Se toma un árbol del bosque y se lleva a casa, se le da calor y luz, y se le cuelgan frutas (en forma de bolas hoy día) para que el bosque haga lo mismo.
El tió de Nadal es muy similar, una cepa de árbol que se entra en casa para ponerlo al fuego, se le da de comer, y lo más divertido: la noche del solsticio (o el 24-25 resurgimiento del Sol) se la da de hostias para despertarlo. A posteriori el tió nos da comida (que es lo único que regalaba antiguamente y me atrevo a pensar lo mismo del árbol de navidad).
Así vemos que estamos realizando actos mágicos cada navidad sin darnos cuenta, y es una magia que sigue los dos principios básicos: el de similitud (o mimética) y el de contacto.
Lo importante es que más allá de la ancestral explicación, de conocer lo que significa, pensemos qué nos puede aportar a los hombres del siglo XXI. Lo importante es el significado último, el último trasfondo. De esta fiesta podemos extraer un mensaje de la naturaleza, y es un mensaje de esperanza, de renacimiento y de luz que siempre regresa tras, incluso, la mayor oscuridad. Podemos conocer cómo el universo se expresa a través del cambio, a través de los opuestos complementarios, y cómo el hombre forma parte de ese gran esquema, de ese abismal equilibrio en cambio constante.
Esta navidad no te limites a engordar y a hacer regalos, sé testigo de la Natividad del Sol y celébrala fuera y dentro de ti.
La fiesta de la Navidad la celebraban varios pueblos mediterráneos antes de la aparición del cristianismo. Leyendo la Biblia vemos como Jesús, si existió, no pudo nacer en invierno si no en primavera o verano. Como la fecha exacta de su nacimiento no viene detallada, la iglesia primitiva (300 años después de la muerte de Jesús) decidió establecer su nacimiento el 25 diciembre, fecha en que en el Imperio se celebraba el nacimiento del dios Sol Invictus y del dios Mitra (de origen Persa y también solar). Los pueblos germanos también celebraban en esas fechas Yule, otra fiesta solar. La iglesia utilizó el sincretismo desde su origen para ayudar a la difusión de la nueva fe. Por este motivo la verdadera significación de la Navidad no es cristiana. Muchas formas precristianas se han mantenido (la luz, el árbol de navidad/tió de nadal, la fecha de celebración, dar regalos…) pero poca gente se para a pensar el porqué y el para qué de todas estas tradiciones. Porque muchas de estas formas no se pueden relacionar directamente con el credo cristiano, es más algunas estuvieron perseguidas por la iglesia.
A nadie se le escapa que el solsticio de invierno (el 21 de diciembre) tiene algo que ver con todo esto, que las tradiciones del árbol de navidad, o de “fer cagar el tió” tienen más de paganas que de cristianas, pero creo que es necesario revalorizar esta fiesta y devolverle su sentido original.
El 21 de diciembre es el solsticio de invierno, la noche más larga del año, y por lo tanto marca el cénit de oscuridad en el ciclo anual. Sin embargo justo después del máximo de oscuridad comienza el sol a ganar terreno de nuevo, los días vuelven a alargarse y nos vamos acercando poco a poco a la primavera y al despertar de la naturaleza. Muchas culturas celebraban alrededor del solsticio, probablemente 3 días después (que casualidad que Jesús resucitó al tercer día), esto es el amanecer del 25, el renacimiento del Sol.
El hombre desde muy antiguo se ha considerado parte operante dentro del cosmos, y se ha creído con el deber y el poder de actuar sobre la naturaleza, para ayudarla a mantener su equilibrio (o modificarlo en su propio favor, como veremos cuando llegue San Juan).
En este caso para ayudar a que el Sol renazca lo que se hace durante el solsticio (y alrededores) es encender fuegos, es decir luces, derivadas hoy día en luz eléctrica, para impulsar al astro en su resurgir. El leitmotiv detrás del árbol de navidad y del tió de Nadal es muy similar. Durante el invierno (máxime en el solsticio) la naturaleza se haya dormida, y no da frutos, es el momento en que más ayuda necesita para que en primavera vuelva a despertar. Se toma un árbol del bosque y se lleva a casa, se le da calor y luz, y se le cuelgan frutas (en forma de bolas hoy día) para que el bosque haga lo mismo.
El tió de Nadal es muy similar, una cepa de árbol que se entra en casa para ponerlo al fuego, se le da de comer, y lo más divertido: la noche del solsticio (o el 24-25 resurgimiento del Sol) se la da de hostias para despertarlo. A posteriori el tió nos da comida (que es lo único que regalaba antiguamente y me atrevo a pensar lo mismo del árbol de navidad).
Así vemos que estamos realizando actos mágicos cada navidad sin darnos cuenta, y es una magia que sigue los dos principios básicos: el de similitud (o mimética) y el de contacto.
Lo importante es que más allá de la ancestral explicación, de conocer lo que significa, pensemos qué nos puede aportar a los hombres del siglo XXI. Lo importante es el significado último, el último trasfondo. De esta fiesta podemos extraer un mensaje de la naturaleza, y es un mensaje de esperanza, de renacimiento y de luz que siempre regresa tras, incluso, la mayor oscuridad. Podemos conocer cómo el universo se expresa a través del cambio, a través de los opuestos complementarios, y cómo el hombre forma parte de ese gran esquema, de ese abismal equilibrio en cambio constante.
(El dios Sol Invictus, versión romana del persa Mitra, también hindú, en una moneda)
Esta navidad no te limites a engordar y a hacer regalos, sé testigo de la Natividad del Sol y celébrala fuera y dentro de ti.