En nuestra búsqueda del placer o mejor aún en nuestra huída del dolor hemos hecho de la muerte un tabú. La medicina moderna nos ha ayudado a ello, hemos alargado tanto la esperanza de nuestra vida y sobretodo hemos alejado tanto la muerte de la infancia que parece que viviremos indefinidamente.
Así la muerte ha pasado a considerarse algo prohibido, algo sucio, algo incluso innatural, impropio, un fracaso de la naturaleza. La rechazamos, sin duda. La hemos medicalizado, la hemos intentado racionalizar. Incluso en nuestra huída hacia delante la hemos intentado convertir en ficción: la hemos alejado de nuestra vida rutinaria y sin embargo la pornografía de la muerte está a la orden del día en la televisión, en Internet.
La muerte, deseamos creer, es algo que solo ocurre en el monitor o, quizá, aislada en una fría sala de hospital.
Que gran paradoja, que gran ironía. ¡Estamos rodeados de muerte continuamente, incluso comemos muerte cada día! La mesa sobre la escribo es un cadáver, como lo son los muebles de mi dormitorio. Todo cuanto ingiero, todo de lo que me alimento, son cadáveres. Como cadáveres, como muerte. ¿Y sin embargo quiero pensar que la muerte es algo irreal y lejano? La muerte nos rodea lo queramos o no.
La muerte es nuestro ineludible destino y convertirlo en tabú, alejándola de la cotidianidad, sin duda nos impide vivir plenamente. Pues no tenemos un tiempo infinito para vivir. Ser conscientes de nuestro propio fin es un gran motor para nuestro desarrollo.
Así la muerte ha pasado a considerarse algo prohibido, algo sucio, algo incluso innatural, impropio, un fracaso de la naturaleza. La rechazamos, sin duda. La hemos medicalizado, la hemos intentado racionalizar. Incluso en nuestra huída hacia delante la hemos intentado convertir en ficción: la hemos alejado de nuestra vida rutinaria y sin embargo la pornografía de la muerte está a la orden del día en la televisión, en Internet.
La muerte, deseamos creer, es algo que solo ocurre en el monitor o, quizá, aislada en una fría sala de hospital.
Que gran paradoja, que gran ironía. ¡Estamos rodeados de muerte continuamente, incluso comemos muerte cada día! La mesa sobre la escribo es un cadáver, como lo son los muebles de mi dormitorio. Todo cuanto ingiero, todo de lo que me alimento, son cadáveres. Como cadáveres, como muerte. ¿Y sin embargo quiero pensar que la muerte es algo irreal y lejano? La muerte nos rodea lo queramos o no.
La muerte es nuestro ineludible destino y convertirlo en tabú, alejándola de la cotidianidad, sin duda nos impide vivir plenamente. Pues no tenemos un tiempo infinito para vivir. Ser conscientes de nuestro propio fin es un gran motor para nuestro desarrollo.
Autor: Eugène Delacroix, 1839
No comprendo qué es este universo en que vivimos, no me explico qué es la vida ni la muerte. Sin embargo entiendo que de alguna manera la muerte, esa transición natural hacia otro estado o hacia el vacío, marcan un límite máximo a mi actual forma de existencia.
Voy a recordarme a mi mismo cada día que soy mortal para acordarme cada día de que estoy vivo.
4 comentarios:
Paradoja?.....en tu línea, vaya.
Somos destructivos estamos en el bucle de la entropía,...y qué?
El universo se expande, los recursos se agotan, los misterios se desvelan, se controlan los elementos,....Para qué vamos a recordarnos a diario que somos finitos?
Ves Paradójico no querer estar pensando siempre en la muerte?
Pero si parece como si te preocupara más a tí que al resto los estados de no-vida!
El transhumanismo es la nueva religión, ahí están las ansias de trascendencia de varios científicos y tecnólogos, es ahí donde algunos buscan disimular su fé, como que nos acercamos a la distopía de Huxley.
Estoy de acuerdo con Javi, y en otras palabras: si hacemos consciente la muerte, nos reconciliamos con ella y logramos un despertar a la vida misma.
¿Es tan bueno seguir siendo los mismos que lo obvian todo?... para que al final de los días, nos asalte la pregunta siguiente: ¿Qué demonios hemos estado haciendo?... y es por eso que algunos al encontrarse al borde de la muerte, deciden cambiar de manera radical..
Hola
Jaume, pues sí, ciertamente me da la impresión de que me preocupa más a mi que al resto.
Pero como dice Buenaverno prefiero pasar una temporada de mi vida pensando en el tema con la esperanza de reconciliarme con esa realidad (que ciertamente no comprendemos intelectualmente) que no mirar a otro lado con la vana esperanza de morir sin ser conciente de que voy a morir, en un accidente o de alguna otra manera. Pues si de anciano me da tiempo de mirar atrás... quizá no me guste lo que veo, si he intentado obviar que ese momento iba a llegar.
Saludos!
Más que la muerte lo que debería asustarnos són las enfermedades terminales, esas que matan nuestra persona.
La muerte en si es un hecho natural, no veo en ella ningún tabú..
Peró si hablamos de cancer, alzheimer, esclerosis múltiple, embolias...eso señorete sí que acojona...
El dolor nos acompaña toda la vida, en diferentes omentos...no es el miedo al dolor, ni a desaparecer...es el miedo a seguir viviendo sin todas nuestras capacidades...atontados en una silla esperando la muerte...no tenemos que esperarla..llega, y cuando llega se fini -en principio ;P-
(soy Iris Daulhi :) )
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