martes, 17 de febrero de 2009

La prostitución, también sagrada.

Nada hay que escape al relativismo cultural. Tampoco la valoración que en cada cultura se le da a la prostitución.

Está claro que en nuestra sociedad, a pesar de la gran cantidad de consumidores, la prostitución está considerada como indigna. Ahora bien en varias culturas existió, y por lo que parece en alguna aún existe, lo que se conoce como hierodulia o prostitución sagrada.

La hierodulia se practicó en Babilonia, en las ciudades cananitas, en Corinto, y también en la India. En este acto la prostituta pasa a convertirse en avatar o representante de la divinidad femenina a la que pertenece el culto en el que se desarrolla la actividad. Las sacerdotisas de estos templos tenían relaciones con aquellos que, habiendo pagado el precio al templo, quisieran recibir los beneficios de la diosa en cuestión. No aceptaban desviaciones del acto simple. Eran tratadas con todo el respeto que se le daba al resto de la casta sacerdotal y, evidentemente, eran tenidas aparte de las prostitutas comunes.

Por tanto en este caso no tan solo se otorga a la sexualidad una dimensión religiosa si no que además el acto de prostituirse se convierte en el acto de compasión de la Diosa (Ishtar, Afrodita, Astarte, Kali… todas ellas relacionadas con la antigua Diosa Madre) hacia sus fieles, y en general hacia la humanidad.



Ihstar, diosa babilonia en cuyo honor se ejercía la hierodulia.


Sin entrar en que porcentaje de las hieródulas lo eran, y lo son, por voluntad propia o lo son obligadas, el hecho relevante para este caso es que en una cultura se entienda un tipo de prostitución como un rito religioso.


Por tanto podemos decir que lo que hay de vejatorio o de indigno en la prostitución no es el acto en sí, sino la valoración que se le da, y en consecuencia el trato que recibe la mujer.

Es curioso como en nuestra sociedad se le da más valor al intelecto que al cuerpo. Se consideran más dignas o elevadas aquellas profesiones que se fundamentan en las capacidades intelectuales. Entonces si la intelectualidad es tan valorada, ¿no sería peor vender la capacidad intelectual que la física? ¿No serían más indignos los médicos, los científicos… que ejercen su profesión a cambio de dinero, que no una prostituta que al fin y al cabo tan solo vende sus servicios físicos pero no sus servicios mentales? Es paradójico y ridículo.

El problema de fondo es en realidad la valoración inmoral, derivada del cristianismo, de lo físico y de lo sexual. Si esto no fuera así las prostitutas serían valoradas de manera muy diferente, se valoraría justamente el servicio que muchas veces ofrecen. El problema está en el maltrato que suelen sufrir, el desprecio de los clientes (no de todos claro, que nadie se dé por aludido) y en las condiciones en que trabajan.
Es sorprendente la omnipresencia del sexo en nuestra cultura, se utiliza para vender cualquier cosa, y sin embargo resulta que muchos temas alrededor del sexo continúan siendo tabú. Y, como es normal, de ese cocktail de tabú y de presencia masiva del sexo, resulta una gran adicción cultural. El sexo pasa a ser vivido por muchos como algo compulsivo y por tanto, ¿qué se puede esperar del trato que recibirán las prostitutas?


Probablemente, en una sociedad en que el sexo fuera vivido como algo más natural, más abierto, y a la vez como algo menos obsesivo, la prostitución sería valorada de manera muy diferente. Aunque, ciertamente, se parecería más a la hierodulia que no a la prostitución común.