viernes, 18 de diciembre de 2009

Sed de sangre: nuestra naturaleza vampírica

El momento actual en que el género vampirico, tan trillado, vuelve (o más bien continúa) a estar de moda puede ser una buena oportunidad para reflexionar a cerca del porqué resulta tan atrayente.

Es evidente que el mito del vampiro, como muchos otros, ha ido variando a lo largo de la historia, adaptándose junto al resto de la cultura. Desde la figura de la más lejana antigüedad, pasando por la medieval hasta la actual el vampiro se ha ido transformando notablemente. La amenazante y temible figura del cadáver que recobra vida para salir de su tumba y así alimentarse de la sangre de los vivos es apenas reconocible en el vampiro actual. Hoy en día se nos presenta al vampiro más bien como un ser sobrenatural, tremendamente atractivo, sensual y sexual, que “vive” de manera extrema, que es inmortal y siempre joven, y que tiene unas habilidades sobrehumanas. Sí, continúa estando muerto, siendo violento, alimentándose de sangre para vivir pero más que miedo, que se supone aún debe ejercerlo sobre los mortales, nos produce esa extraña atracción por el peligro.

Como he mencionado ésta no es la idea original del vampiro. Sin embargo el origen, los inicios, de este “nuevo” vampiro lo encontramos ya en Drácula de Bram Stoker. El vampiro en su forma actual es en realidad el resultado de la fusión de dos figuras mitológicas: el vampiro en sí y los demonios sexuales (íncubos y súcubos). Éstos últimos eran demonios que se introducían en las alcobas durante la noche y mediante relaciones sexuales con los mortales les robaban su energía vital.
La figura del vampiro actual es magnífica. Gracias a la evolución cultural, en que a pesar de que se han establecido nuevos tabúes también se han roto otros (aunque solo en parte), tenemos una figura mítica en que se aúna el sexo y la muerte, el eros y el tánatos, los dos grandes motores de la vida humana: placer y miedo.


The vampire, de Philip-Burne Jones, 1897


Y aún una lectura más profunda es posible. El vampiro es en realidad una alegoría de lo que todo ser humano es y de lo que desea, en toda su evolución posible. Miremos alrededor, a nosotros mismos sobretodo: vivimos la vida como si no fuera a acabar nunca, nos movemos siempre buscando el placer y siempre buscamos el provecho en la relación con los demás (somos egoístas). Somos, en el fondo, proyectos fracasados de vampiros: inmortales, hipersexuales y bebedores de la sangre y la esencia de los demás. Por eso mismo atrae tanto el género, porque el vampiro es lo que somos, pero más. Y el ser humano siempre quiere más, nos gustaría poder ser vampiros, es decir seres humanos llevados al extremo.

Pero aún queda el elemento clave del mito del vampiro: la luz del sol que mata al vampiro. El vampiro es un ser de oscuridad, vinculado a la noche y por tanto al inconsciente, a la pasión, pero también a la ignorancia y al sufrimiento. No lo olvidemos, en el fondo el vampiro aparece casi siempre sufriendo: vive externamente con mayor vehemencia pero la inmortalidad diluye la emoción con que vive, lo sacia del dolor acumulado por los siglos y lo hace ignorante al desconectarlo del aquí y el ahora. La luz, la sabiduría, elimina radicalmente la oscuridad. Es por eso que el sol mata al vampiro, es su antítesis, más en realidad es su destino final, es su sublimación, debe ser su objetivo: el suicidio exponiéndose al astro rey.

Y sin embargo el sol no tiene ese efecto sobre el humano corriente. Vivimos sumidos en la mediocridad, tibiamente: no podemos ser quemados por el sol, nuestra ignorancia y nuestro dolor no pueden ser eliminados por la sabiduría, porque no nos introducimos de pleno en la sombra, en la oscuridad. Para que el sol nos pueda matar debemos convertirnos antes en vampiros, para que la sabiduría nos ilumine debemos entregarnos antes totalmente a nuestra naturaleza salvaje, vital, pasional, egoísta y sexual.



Para el vampiro sólo tiene sentido ser inmortal si llega el momento en que decide exponerse al sol. Para el humano solo debe tener sentido vivir para realizar la oscuridad y la luz en si mismo.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

La virtud de la ignorancia

Vivimos con la creencia de comprender el entorno que nos rodea. Y lo cierto es que nos es imposible conocer la realidad, puesto que todo lo que percibimos es construido por nuestra mente. Jamás podremos conocer la realidad directamente, tan sólo tenemos las percepciones que recibimos de ella a través de los sentidos. Igualmente la ciencia y el pensamiento racional tampoco nos permiten entender la realidad, tan sólo permite construirnos una idea de ella. Tenemos el mapa (dibujado por nuestros sentidos y nuestro pensamiento) pero nada más, no podemos poseer la realidad. Somos en esencia, ignorantes. Pero el problema en sí no es la ignorancia si no la inconsciencia de ésta, la creencia de que conocemos. Así lo expresó Sócrates, según Platón en su Apología de éste:

“Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, pero este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber. Parece, pues, que al menos soy más sabio que él en esta misma pequeñez, en que lo que no sé tampoco creo saberlo.”


Y probablemente el peor de los males que puede azotar a un ser humano, y a una sociedad, es el fanatismo: creerse en posesión de la verdad. La única cura posible del fanatismo es la aceptación de la incapacidad de conocer la realidad, la inexistencia de una verdad objetiva e imparcial.

Así pues la única sabiduría posible es la de la aceptación de la propia ignorancia. Aquel que duda de si mismo, que ejercita la autocrítica, se asegura el único progreso posible: el cambio, la evolución. Todo está en constante cambio, e intentar alejarnos de esa ley universal es imposible, aunque desde nuestro ego queramos cerrarnos a él. Aquel que se estanca en los paradigmas del falso control, del “yo soy así” o “así es como pienso” se está cerrando a la vida. Y no sólo eso si no que está sentando las bases para los más graves conflictos entre personas y entre sociedades.

El progreso material, tecnológico, médico etc. está basado fundamentalmente en la capacidad de autocrítica. La ciencia en sí debe basarse en este principio, a pesar de que haya individuos dentro de éste ámbito que también sean incapaces de entender el beneficio que supone dudar.

Posicionarnos en la perspectiva de la duda, de la ignorancia, nos permite siempre adquirir nuevas ideas, nuevos patrones de conducta, nuevas visiones vitales que nos permitirán adaptarnos a nuevas circunstancias. Situarnos en la perspectiva del conocimiento, de creer que conocemos, supone cerrarnos a la única Verdad: que no hay verdad, que no hay conocimiento objetivo.

La capacidad de dudar nace de la aceptación de las experiencias vividas. A medida que avanzamos en la vida se nos presenta la oportunidad de entenderlo, puesto que en múltiples ocasiones nuestras ideas preconcebidas se ven refutadas por los hechos. Ante esta oportunidad podemos aceptar que somos unos ignorantes, y esa ignorancia es precisamente la que nos abre la oportunidad de asumir nuevos conocimientos.

“Para venir a saberlo todo
no quieras saber algo en nada.


Para venir a lo que no sabes
has de ir por donde no sabes.”

Extractos de “La subida al monte Carmelo” de San Juan de la Cruz

martes, 20 de octubre de 2009

Entalpía en aumento: reflexiones sobre física, biología y misticismo. Parte II.

Si aceptamos las reflexiones presentadas en la primera parte podemos afirmar que la vida, y en última instancia la vida inteligente, son consecuencia obligada de las leyes físicas que rigen el universo. Ahora bien el gran dilema que se crea a raíz de esta conclusión es: ¿es la vida inteligente un subproducto del universo o bien el producto principal? En otras palabras, ¿existe el universo para que se desarrolle la conciencia? ¿O más bien la conciencia, aún siendo fruto de las leyes naturales, es tan solo un efecto secundario del universo?

Ante este tipo de preguntas hay que estar muy alerta con el antropocentrismo. Es muy fácil decantarse, sin más, por la respuesta que otorgue más valor a nuestra vida, puesto que el ser humano necesita encontrarle un valor. Sin embargo de igual modo debemos vigilar con no descartar sin más una respuesta porque pueda parecer antropocentrista. ¿Podemos llegar pues a alguna respuesta mínimamente objetiva? Probablemente, desde la ciencia, no. Ahora bien hay una reflexión que quizá pueda ayudar a esclarecer la duda, aunque quizá aún la potencia más.

Está claro que el universo es como debe ser, que las leyes que lo rigen son “correctas” porque no podrían ser de otra manera. Las cosas son como son. Ahora bien, imaginemos un escenario en que el universo tendiera al orden, a la entalpía, en vez de al caos. El estado inicial del universo sería de caos absoluto y mediante su evolución iría aumentando su orden hasta llegar a un estado de máximo orden, todo lo contrario de lo que sucede en nuestro universo real. A nosotros nos puede parecer muy extraño, imposible, considerar que un objeto en vez de romperse pueda unirse espontáneamente por ejemplo. Sin embargo tan solo nos parece imposible porque es la realidad que conocemos, no porque no pudiera haber esa otra realidad.
Supongamos, como hemos dicho, que hubiera podido ser así. En ese caso las leyes físicas propiciarían que en algunas regiones del universo la entropía, el caos y no el orden, aumentara continuamente, de manera que potenciara aún más el aumento de entalpía a su alrededor. Esas “zonas especiales” del universo serían zonas entrópicas y no entálpicas, tal como lo son las regiones especiales de nuestro universo: los seres vivos. Creo que podemos afirmar que para la expresión de la conciencia, de la inteligencia, se requieren sistemas ordenados, que un sistema caótico no puede desarrollar la inteligencia, tal como vemos en nuestro universo. La inteligencia, la conciencia es propia de los sistemas entálpicos y no entrópicos.

En nuestro universo podemos atrevernos a decir que el origen de máximo orden contenía en sí la inteligencia y la conciencia indiferenciada y unitaria, y que mediante el aumento progresivo de caos en que aparecen los sistemas vivos puede expresarse la conciencia diferenciada e individual.
En el otro universo hipotético, su final de máximo orden contendría esa misma inteligencia y conciencia indiferenciada pero ya que en su previa evolución los elementos “aislados” del universo serían caóticos y no podrían generar conciencia diferenciada, no podría haber autoconciencia en el universo.

Concluyendo, de las dos opciones que me aventuro a pensar que hubieran sido posibles la que existe es precisamente la que permite la autoconciencia en el universo.

¿Es la autoconciencia el objetivo, el propósito, de todo cuanto existe o un mero subproducto?

lunes, 19 de octubre de 2009

Entalpía en aumento: reflexiones sobre física, biología y misticismo. Parte I.

¿Es la vida un error en el universo? ¿Es la inteligencia y la conciencia un mero accidente en el largo proceso de la evolución? La respuesta oficial desde la ciencia a estas dos preguntas es afirmativa. Para entender el porqué debemos conocer un poco a cerca de la física del universo.

Según la segunda ley de la termodinámica, cualquier sistema cerrado tiende a la entropía, esto es, a la disminución de la energía disponible para realizar “trabajos”, a la disminución de la temperatura. Si consideramos el universo como un sistema cerrado decimos pues que el universo tiende al caos, a la entropía.

La única definición de vida realmente fiable, que descarta rotundamente como seres vivos “cosas” como virus informáticos o minerales que cristalizan, es aquella que define a los seres vivos como regiones del universo en los que la entalpía (es decir el orden) aumenta de manera constante. Vemos pues que la vida va radicalmente en sentido contrario al resto del universo. Por este motivo los científicos afirman que por probabilidad es algo accidental, algo casi imposible de que suceda. De hecho ese mismo argumento lo utilizan los creacionistas para afirmar que la vida fue creada por dios.

Pero veamos que sucede realmente con la energía en esos espacios que llamamos seres vivos y en sus alrededores. Observamos que para poder aumentar el orden, la entalpía, en su interior los seres vivos aumentan el caos a su alrededor, disparando la tendencia global hacia la entropía. Es decir que la vida no hace que el universo no avance hacia el caos, al revés, potencia esta dinámica.
Para entenderlo, es como si queremos partir un leño y tenemos el hacha a un palmo de distancia. Con ese recorrido difícilmente podremos partirlo, ahora bien si retiramos el hacha para ganar distancia, aunque en primer momento parezca que nos alejamos del objetivo, en realidad será más efectivo.
Se puede concluir pues que la vida no es una casualidad, ni un diseño inteligente, si no pura consecuencia necesaria de las leyes físicas que rigen el universo. El resultado de la aparición de la vida es un aumento más rápido de la entropía total del universo. No consumimos energía para vivir, si no que vivimos para consumir energía.

Es absurdo pensar que en el universo puede haber algo casual, algo dejado al azar, en todo caso nos lo parece por falta de información, por falta de conocimiento de las causas. Aceptar que la vida podría no haber aparecido es como aceptar que “el sol podría no salir mañana”.

Continuando con el mismo razonamiento veremos que la aparición de la vida inteligente es otro imperativo consecuente de las leyes físicas. Cuanto más inteligente es un ser vivo, más energía consume, mediante la tecnología. Aumentamos nuestra comodidad a raíz de consumir energía: de aumentar el caos, la entropía. Por tanto las leyes físicas del universo favorecen la aparición de la inteligencia. Podría muy bien ser que contaminar nuestro medio ambiente es en realidad para lo que estamos aquí. Sonará muy chocante a los ecologistas, pero así es: el ser humano está en la tierra para agotar sus recursos energéticos. Hagamos lo que hagamos es nuestro destino, y del resto de seres vivos.

Ahora bien sí creo que lo que nos diferencia es que podemos escoger modificar el ritmo de consumo energético, optimizarlo para que nos dure más. No simplemente consumimos sin más, si no que podemos evaluar la manera de que los recursos nos duren más, y eso, eso sí que va en contra de lo que cabría esperar según las leyes naturales. O quizá no. Puesto que si optimizamos nuestros recursos podremos sobrevivir más tiempo en este planeta, con lo que tendremos más tiempo para desarrollar nuestras tecnologías… ¿podremos conseguir consumir recursos de otros lugares del espacio donde no hay vida? Es difícil de decir.

jueves, 17 de septiembre de 2009

¿Amar al enemigo? Una reflexión sobre la Compasión.

En una ocasión un maestro budista llevó a sus discípulos a un retiro en un bosque. Al llegar al lugar de retiro los discípulos salieron a buscar leña. Entonces vieron como un cazador daba muerte a un ciervo. Al regresar explicaron al maestro la gran compasión que habían sentido por el pobre animal. Al oír esto el maestro se levantó y les ordenó regresar, el retiro se había suspendido pues aún no estaban preparados para progresar, no comprendían aún que es la compasión.

La compasión budista es de hecho muy similar, si no idéntica, a la compasión cristiana. Es quien genera la violencia, el sufrimiento, quien merece nuestra compasión y perdón, pues es quien atenta contra su integridad moral y espiritual. Quien sufre, al fin y al cabo, no ha realizado nada que dañe su humanidad.

¿Cómo despertar esa compasión? Es más, ¿realmente tiene sentido? Como intenté explicar en el post anterior, todo lo que somos es herencia de lo que fuimos, de lo que hemos vivido, de lo que aprendimos, de las experiencias pasadas de las que no somos dueños. No hay libre albedrío, no se realiza el “mal” voluntariamente, pues no existe la libre voluntad. Aceptando de manera absoluta el hecho de que no existe el libre albedrío aparece espontáneamente la compasión hacia al que genera sufrimiento.

Muy relacionado con el concepto de la compasión está el del amor universal: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Tan solo hay una manera de llevar esto a cabo y es comprendiendo que no hay “tú y yo”. Cuando alcanzamos la visión de unidad y somos conscientes de que Todo es Uno, el amor universal es la consecuencia natural. Este amor supone también la compasión por empatía, comprendiendo que siendo todos lo mismo en el fondo, yo podría él.

Estas son las dos vías hacía la liberación: la del conocimiento y la del amor. Pues también cuando mediante la reflexión y la empatía vamos desarrollando el amor universal y la compasión, finalmente llegamos a comprender que Todo es Uno. Ambas vías se complementan y una lleva a la otra.


Reflexionemos sobre la validez de la no compasión, del castigo como vía sistemática para intentar mejorar la sociedad y los individuos. Instintivamente queremos castigar a aquellos que nos hacen daño. El sistema penitenciario está pensado fundamentalmente como un sistema punitivo, de castigo. Pero, seamos claros, tan solo sirve para calmar las ansias de venganza de aquellos que sufren algún delito, sea una agresión, un robo, una violación o el asesinato de un ser querido. Pero, ¿funciona? La respuesta es más que evidente, no. Si realmente funcionara nuestra sociedad sería diferente. ¿Queremos vengarnos o queremos evitar que sigan sucediendo este tipo de cosas? Está claro que el castigo no amedrenta a quien realiza estos actos, ni la cadena perpetua o la pena de muerte impiden que sigan produciéndose este tipo de actos. La violencia no puede ser detenida con más violencia, ni con odio, ni con ira. La violencia tan solo puede ser detenida mediante la comprensión.

Esto no significa que debamos dejar a aquellos que cometen violencia libres y sin consecuencias por sus actos. Pero en vez de centrarse en el castigo (surgido del odio y la ira) sería mejor entender la raíz del problema y enfocar la acción hacia la prevención y hacia la rehabilitación siempre que sea posible. A Pitágoras se le atribuye la sentencia: “Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”



Tan solo actuando sobre la fuente de los problemas se pueden solucionar. Entendiendo que todos somos víctimas de nosotros mismos, de nuestro pasado, sentimos compasión hasta por el más cruel asesino. Es el quien se ha alejado de su humanidad y no sus víctimas. Pero siendo consecuencia de su educación, de sus vivencias, ¿es realmente culpable?

La próxima vez que sientas odio hacia alguien por algún acto que haya cometido, no reprimas ese odio, sin embargo después detente a pensar un momento en qué es lo que ha llevado a esa persona actuar de esa manera. Y si, realmente, no podrías haber sido tú, en otras circunstancias, quien lo hubiera hecho. Y es que el sufrimiento es fruto de la ignorancia: “perdónales, porque no saben lo que hacen”.

viernes, 7 de agosto de 2009

Efebofilia, que no pedofilia: programados genéticamente

A lo largo de la historia las palabras acaban teniendo significados y aplicaciones diferentes, se acuñan de nuevas y otras dejan de utilizarse.

Mucha gente aunque conoce que en la antigua Grecia se practicaba la pederastia, desconoce realmente en que consistía, en parte porque esta misma palabra denotaba una realidad diferente a la actual.

En la Grecia antigua la pederastia se practicaba entre hombres adultos y hombres adolescentes, y no con niños. Por lo tanto existe un problema terminológico, pues según la aceptación actual la atracción por adolescentes no es pedofilia sino efebofilia (hacia chicos) o hebefilia (hacia chicas). Aunque socialmente siga estando mal vista la relación entre chico o chicas de menos de 18 años y adultos, lo cierto es que en algunos países como es el nuestro la ley diferencia a efectos prácticos entre lo que es pederastia y lo que es sexo con adolescentes, pues la edad de consentimiento legal es de 13 años y no de 18. Actualmente se pretende subirla a 14 años, y antes del 95 era de 12. En toda Europa tan solo Malta tiene una edad de 18 años, ningún otro país tiene legalmente una edad de consentimiento de 18 años, en todos está comprendida entre los 13 y los 17. Se puede argumentar que en todos estos países existen etnias que no conforman la cultura mayoritaria que en sus costumbres tienen el matrimonio con adolescentes y que por no atacarles frontalmente se establecieron estas edades de consentimiento.

Y sin embargo, aunque sea legal, está mal visto que por ejemplo un hombre de 40 años tenga sexo con una adolescente de 14 años. Se le considerará automáticamente un pederasta, siendo esto totalmente falso pues en realidad lo que hay en estos casos es hebefilia y no pedofilia. Y no es algo banal, porque existe un fondo biológico que delimita que la pedofilia sea una perturbación y la efebofilia no. Y es tan sencillo como que un adolescente es un individuo sexualmente maduro, sexualmente adulto. Por tanto es totalmente comprensible y natural que adultos sientan atracción hacia adolescentes, sobretodo en el caso de hombres adultos hacia chicas adolescentes. Y esto es así porque biológicamente hablando la edad óptima de procreación es más bien hacia los 20, y no hacia los 40.
El sexo en los adolescentes siempre ha sido mal visto, también entre ellos. En el pasado como una medida inconsciente de control de la natalidad, en el presente como una medida de retrasar el embarazo para proporcionar a los individuos la formación necesaria para labrarse un futuro ellos y educar en condiciones a los descendientes, en una sociedad tan elaborada. Hace falta más tiempo que en la prehistoria para adquirir los conocimientos suficientes para adaptarnos a la sociedad y adaptar a nuestros hijos. Pero todo eso no quita que el impulso sexual aparezca a la edad a la que aparece, que es antes de los 18, y que por tanto un adulto pueda sentir atracción hacia un adolescente.



Escena pederasta en la antigua Grecia


Creo que la ley está bien como está, pero que además debe aceptarse la realidad como es, aceptar que no hay nada de inmoral en la atracción hacia adolescentes. Otro tema es que el adulto, sabiendo lo que implica el embarazo, socialmente hablando, a esas edades se abstenga de correr el riego, aunque se le plantee la posibilidad. Sin embargo eso no evitará que se de sexo entre adolescentes. Por tanto, al fin y al cabo, la solución pasa como siempre por tomar precauciones, y en ese sentido lo que cuenta es la conciencia y no la edad.

viernes, 3 de julio de 2009

Juguetes del destino: el espejismo del libre albedrío.

Pocas cosas existen que puedan incomodarnos tanto como el hecho de considerar que todo está determinado, incluso nuestras elecciones, que no somos libres. Nuestro concepto de Yo se sustenta en gran medida en la percepción de que escogemos libremente ante las situaciones en las que nos encontramos. Igualmente siempre se ha considerado que uno de los aspectos que nos diferencian de los animales es precisamente esto, el libre albedrío.

Sin embargo lo cierto es que el libre albedrío es tan solo un espejismo, una apariencia. Al igual que el resto de cuanto existe en el universo, estamos totalmente predeterminados. Hacemos lo que hacemos porqué no podemos hacer otra cosa, exactamente igual que los animales. La única diferencia es que en nuestro caso el tipo de factores que nos determinan son más amplios.

Nuestra base genética y nuestras vivencias pasadas: ese es el núcleo de nuestras elecciones. Evidentemente escogemos, escogemos siempre entre varias opciones que se nos presentan. Pero, ¿a caso no hace lo mismo un animal? Si un animal es atacado y tiene que huir escogerá una vía de escape descartando otra. Por tanto, ¿que diferencia existe con los humanos?
Supuestamente mediante el libre albedrío podríamos haber escogido cualquiera de las opciones que se nos presentaron y no forzosamente una, como le sucedería a un animal. Esto en el fondo es un sinsentido, siempre escogemos influidos por nuestro carácter, formado éste por nuestra genética y nuestras vivencias pasadas. Como animales que somos.

De hecho si esto no fuera así sería totalmente perturbador. Sin ningún motivo, simplemente por ser una opción, mañana podría dedicarme a apuñalar a la gente. Cuando hacemos algo siempre lo hacemos por algún motivo predeterminado. Escogemos, sí, pero no libremente. De hecho lo que llamamos Yo se traduce precisamente en eso: en escoger en función a como somos, por tanto cómo somos nos obliga a escoger de manera predeterminada. Evidentemente existen análisis previos, la mente tiene que evaluar y decidir cual es la opción que cree más correcta en función a su propia estructura.

Igualmente sería absurdo negar que el ser humano tiene la sensación de escoger libremente, y es una sensación de gran fuerza. Pero como digo, esto es tan solo una sensación que percibimos a posteriori de realmente haber tomado una decisión, como científicamente se ha demostrado:
http://www.redaccionmedica.com/revista_prensa/archivo/levante_16_04_08_10.pdf


¿Qué es entonces esa sensación de libertad? Se trata de aquello que nos diferencia de los animales: la conciencia. He concluido en que un humano y un animal escogen exactamente igual, la diferencia, creo, es que un animal no tiene conciencia de haber escogido entre opciones, mientras que el ser humano sí. Aunque escojamos igual de determinados tenemos conciencia de todo el proceso, pero esta conciencia no puede darse antes o a la vez de escoger, si no justamente después.

Y a pesar de todo lo expuesto, sí creo que podamos alcanzar la libertad absoluta, aunque no es una libertad de acción si no precisamente de inacción. Aquello que nos aporta esa sensación, falsa, de libertad es la conciencia. Mientras nos identifiquemos con la acción de escoger jamás seremos libres, por todo lo que hemos visto, ahora bien si comprendemos que en el fondo lo que realmente nos otorga la sensación de Yo y de libertad es la Conciencia, la capacidad de observar, y nos situamos en ese nivel, nos identificamos a nosotros mismos como observadores de nuestra vida, entonces somos totalmente libres.

Es como identificarnos con el protagonista de una película o bien con el espectador, sentado en el cine. El primero está totalmente determinado y no tiene libertad, escoge pero en realidad no lo hace libremente, el guión está escrito. Sin embargo el espectador, sin poder cambiar el argumento, es totalmente libre pues nada de lo que suceda en la pantalla puede realmente afectarle. Sin embargo, y he aquí la paradoja final, no podemos escoger libremente identificarnos con uno u otro, es algo que llega cuando tiene que llegar, tras las vivencias que nos impulsarán finalmente a dar este último paso.

Tan solo es libre aquel que comprende que no tiene ninguna libertad, pues al dejar de luchar contra su verdadera naturaleza se acomoda a ella y ya nada puede afectarle realmente.

viernes, 29 de mayo de 2009

Ahora sí, ahora ya es humano. Demasiado tarde para abortar.

Cuando hace algunos años se hizo público el alto índice de infanticidios de niñas (recién nacidas o de pocos meses en orfanatos) que se producían en China en los países “desarrollados” se produjo a la vez el incremento masivo de adopciones a ese país. 
Aunque en algunas regiones de Asia el infanticidio se ha venido usando como sistema de control de la natalidad hasta muy recientemente, aquí la noticia causó gran estupor. A la gran mayoría de miembros de nuestra sociedad nos causa un profundo impacto emocional el conocer asesinatos y muertes de niños pequeños. 

El aborto por su lado está regulado y es legal en gran número de ocasiones, y aunque pueda causar tristeza en las personas implicadas, ni mucho menos es considerado un asesinato. 
Los defensores del aborto critican a la religión el hecho de que esté en contra de ésta práctica. La iglesia defiende que desde el primer momento el feto ya contiene el alma y por tanto es un ser humano completo. Desde el punto de vista racional, claro está, no hay nada que pueda demostrar esto y por tanto la gente no comparte esta opinión. Permitidme decir una cosa: más estúpido es pensar que antes del parto y después del parto la situación ha cambiado. ¿Qué hay de diferente entre un feto de 7 meses y un recién nacido? ¿Es que acaso creemos que el alma se introduce en el nacimiento? ¿No verdad? En China la vida se cuenta desde la fecundación, allí la edad se cuenta sumando un año al día del nacimiento, para ellos es lo mismo abortar que matar al nacer, y como por recursos y medios la primera opción era inviable… la consecuencia es lógica. Y lo cierto es que el nuevo individuo se produce en el mismo momento de la fecundación, con la fusión de la información genético de óvulo y espermatozoide, a partir de ahí tan solo se produce el desarrollo de éste. 

Veamos los motivos por los que aquí se considera válido el aborto.
Primeramente tenemos que el aborto es válido tan solo hasta un cierto número de meses. El motivo dado es que antes no se ha desarrollado suficientemente el sistema nervioso. Por tanto el feto no puede sentir. Un argumento bastante vacío diría yo: ¿a caso es menos grave matar a un ser humano con problemas cognitivos, tan solo porque no puede sentir de la misma manera? Alguien que está anestesiado no puede sentir dolor, ¿es menos grave matarlo? El sistema nervioso de un niño recién nacido no es tan maduro como el de un adulto, y no puede sentir igual. De hecho hasta el año de vida en realidad aún se produce la maduración que en la mayoría de especies animales se da durante el embarazo (vaya pero si los caballos cuando nacen ya caminan, que monos…). ¿Entonces es menos grave matar a un recién nacido que a un adulto o que a un niño de un año? 
Otro argumento que me hace mucha gracia: “si son cuatro células”. Si nos guiamos por el número de células… sería menos grave matar a un ser humano que a un elefante, y sería más grave matar a un jugador de la NBA que a un jockey. 

En general nos parece más trágica la muerte o asesinato de un niño que la de un anciano porque consideramos que el anciano ha tenido oportunidad de vivir una vida entera, mientras que el niño pierde la ocasión de vivir muchas cosas. Sin embargo ese argumento no lo trasladamos a un niño que aún no ha nacido… pero lo cierto es que aún ha tenido menos ocasión de vivir, ni siquiera ha podido experimentar un solo abrazo. Además en realidad la muerte lo único que arrebata es el presente, a un niño y a un anciano por igual, el pasado y el futuro siempre son proyecciones mentales. La muerte en sí no significa gran cosa, que muera un niño pequeño nos parece triste pero quien sabe como habría sido su vida en adelante, quizá hubiera sufrido el resto de su vida, por enfermedad, por violencia, por cualquier problema. No digo que matar o que muera un niño no sea triste, pero no me parece más o menos triste que la muerte de un feto, de un elefante o de una flor. 

En este asunto lo que marca la diferencia realmente no es ni que sean cuatro células ni que no tenga el sistema nervioso completamente desarrollado, lo que marca la diferencia es el apego, es decir el ego. Es así de crudo: si no le hemos cogido cariño, no nos afecta. Es evidente, los abortos espontáneos causan mayor pena en la madre que los abortos buscados de embarazos no deseados. Ojos que no ven, corazón que no siente. Sabiduría popular. Pero no, nuestra sociedad se empeña a buscar motivos científicos y de “sentido común” para aprobar el aborto. En algunos países también buscan motivos similares para aprobar la ablación o la pederastia. 

Para concluir, no abogo porque el aborto se deba prohibir, no creo que sea la solución prohibirlo. Eso sí espero que aquellos que no ven con malos ojos el aborto dejen de ver con malos ojos el infanticidio. No soporto la hipocresía, lo siento.

lunes, 30 de marzo de 2009

Crisis es catarsis.

La evolución de la humanidad es un camino de cultura y de tecnología. Aparentemente hemos avanzado, hemos progresado y obtenido grandes dones. Pero lo cierto es que hasta ahora esos dones no pesan más que la maldición que suponen.
Hemos modificado sin control nuestro ambiente, lo hemos puesto al borde de la destrucción. La guerra, la violencia, la hambruna y la escasez de agua entre los humanos no ha hecho si no que aumentar en magnitud. Hemos creado una civilización alienada, de seres aislados del exterior y de su propio interior. Es cierto que hemos ganado en comodidad, en años de vida, en bienes y lujos materiales, pero en lo esencial no hemos avanzado nada: en la capacidad de sentirnos realizados, en la capacidad de alcanzar una armonía, como individuos y como sociedad.
Todos estos problemas se encontraban ya como semilla en el origen de todas las civilizaciones neolíticas y patriarcales y han llegado a su cenit durante el último siglo. ¿Quizá ahora nos encontremos ante el colapso del núcleo de nuestra civilización? ¿Qué alcance puede llegar a tener la actual crisis económica, social y ambiental?

Durante los últimos milenios el hombre se ha movido guiado por el impulso de poseer, de acumular, y en definitiva de tener bajo control el mundo material que le rodea. El origen último de la maldición de la humanidad y del hombre como individuo es la dualidad, la separación de Yo y tú, de Yo y el planeta. Cuando nos sentimos separados de lo que nos rodea, queremos que eso que es externo sea lo más adecuado para el Yo, de ahí la tecnología, de ahí el ansia de placer y de control de aquello que no identificamos como Yo.
Esto conlleva una vida superficial y muchas veces mezquina, llena de contradicciones y autorepresión, marcada por la irrealidad de un yo que se preocupa por controlar lo material, cuando en realidad el ser humano es mucho más. Estar vivo es más que no estar muerto, estar vivo es más que tener, que poseer, estar vivo es sobretodo ser, aprender, dar, conocer. No estoy negando el valor de lo material, tan solo creo que hay que darle su justo valor.

El hombre se ha empeñado en ser algo que no es, confundido por la conciencia y por la frustración que supone la muerte, por el ego, por la voluntad de poder. Nos hemos arrojada a un punto de no retorno, en el que todo el sistema cultural, económico, ecológico puede venirse abajo.

Pero de toda esta ruina que podemos sufrir puede surgir un nuevo paradigma, un modelo más auténticamente humano. Este cambio global supondría un cambio individual, un cambio hacia un estado de integración con uno mismo, con los demás y con el ambiente, y no de dualidad. Creo que por fuerza aprenderemos que el modelo que hemos seguido es erróneo, o mejor dicho inmaduro. Todo cambio surge de una crisis, tanto a nivel individual como a nivel global.

La sociedad basada en el poder parece llegar a sus máximas consecuencias en todo el planeta.
Si todo esto es cierto puede que debamos atravesar un cataclismo a nivel mundial, puede (o no) que muchas cosas y vidas se destruyan durante esa catarsis, pero si no aprendemos de ello, si no somos capaces de mirar atrás y aprender de nuestros errores para crear un mundo nuevo dirigido por la humanidad y no por el egoísmo, todo el dolor causado y sufrido durante la historia de la humanidad habrá sido en vano.

Muchos creerán que no son tan malos los tiempos que vivimos. Yo a veces también lo creo, como cuando pongo la tele y veo hablando a la Cocacola del sentido de la vida o cuando todo es verde en un anuncio de una petrolera. Pero yo confío firmemente en que ha llegado esa hora, la hora de la renovación, y en que esta nueva escena necesita de grandes actores para ser representada.

¿Es hora de tomarse el papel en serio?

martes, 17 de febrero de 2009

La prostitución, también sagrada.

Nada hay que escape al relativismo cultural. Tampoco la valoración que en cada cultura se le da a la prostitución.

Está claro que en nuestra sociedad, a pesar de la gran cantidad de consumidores, la prostitución está considerada como indigna. Ahora bien en varias culturas existió, y por lo que parece en alguna aún existe, lo que se conoce como hierodulia o prostitución sagrada.

La hierodulia se practicó en Babilonia, en las ciudades cananitas, en Corinto, y también en la India. En este acto la prostituta pasa a convertirse en avatar o representante de la divinidad femenina a la que pertenece el culto en el que se desarrolla la actividad. Las sacerdotisas de estos templos tenían relaciones con aquellos que, habiendo pagado el precio al templo, quisieran recibir los beneficios de la diosa en cuestión. No aceptaban desviaciones del acto simple. Eran tratadas con todo el respeto que se le daba al resto de la casta sacerdotal y, evidentemente, eran tenidas aparte de las prostitutas comunes.

Por tanto en este caso no tan solo se otorga a la sexualidad una dimensión religiosa si no que además el acto de prostituirse se convierte en el acto de compasión de la Diosa (Ishtar, Afrodita, Astarte, Kali… todas ellas relacionadas con la antigua Diosa Madre) hacia sus fieles, y en general hacia la humanidad.



Ihstar, diosa babilonia en cuyo honor se ejercía la hierodulia.


Sin entrar en que porcentaje de las hieródulas lo eran, y lo son, por voluntad propia o lo son obligadas, el hecho relevante para este caso es que en una cultura se entienda un tipo de prostitución como un rito religioso.


Por tanto podemos decir que lo que hay de vejatorio o de indigno en la prostitución no es el acto en sí, sino la valoración que se le da, y en consecuencia el trato que recibe la mujer.

Es curioso como en nuestra sociedad se le da más valor al intelecto que al cuerpo. Se consideran más dignas o elevadas aquellas profesiones que se fundamentan en las capacidades intelectuales. Entonces si la intelectualidad es tan valorada, ¿no sería peor vender la capacidad intelectual que la física? ¿No serían más indignos los médicos, los científicos… que ejercen su profesión a cambio de dinero, que no una prostituta que al fin y al cabo tan solo vende sus servicios físicos pero no sus servicios mentales? Es paradójico y ridículo.

El problema de fondo es en realidad la valoración inmoral, derivada del cristianismo, de lo físico y de lo sexual. Si esto no fuera así las prostitutas serían valoradas de manera muy diferente, se valoraría justamente el servicio que muchas veces ofrecen. El problema está en el maltrato que suelen sufrir, el desprecio de los clientes (no de todos claro, que nadie se dé por aludido) y en las condiciones en que trabajan.
Es sorprendente la omnipresencia del sexo en nuestra cultura, se utiliza para vender cualquier cosa, y sin embargo resulta que muchos temas alrededor del sexo continúan siendo tabú. Y, como es normal, de ese cocktail de tabú y de presencia masiva del sexo, resulta una gran adicción cultural. El sexo pasa a ser vivido por muchos como algo compulsivo y por tanto, ¿qué se puede esperar del trato que recibirán las prostitutas?


Probablemente, en una sociedad en que el sexo fuera vivido como algo más natural, más abierto, y a la vez como algo menos obsesivo, la prostitución sería valorada de manera muy diferente. Aunque, ciertamente, se parecería más a la hierodulia que no a la prostitución común.

lunes, 12 de enero de 2009

Probablemente TU no existes, deja de preocuparte y disfruta la vida.

A lo largo de la historia las religiones han recurrido constantemente al proselitismo y a la propaganda para expandirse. Es algo inherente al ser humano, tendemos a hacer publicidad de nuestras ideas y aunque creamos que es por el bien de los demás lo cierto es que no deja de ser un intento de conversión egoísta… como el de este bloc, porque negarlo. Y así llegamos al siglo XXI en que el ateísmo se sube al carro de utilizar la publicidad. Hoy (12/01/09) se han puesto en movimiento los autobuses con el lema importado de Londres, “probablemente Dios no existe, deja de preocuparte y disfruta la vida”.

En mi opinión esta campaña es una completa estupidez, por varios motivos. El primero es que no acabo de entender el objetivo que se persigue, y más cuando una de las críticas que se han hecho a las iglesias ha sido su afán de convertir. Me parece que en este caso el ateísmo cae en una contradicción. Por otro lado el punto de partida de la campaña me parece muy corto de miras. Crítica o niega un tipo muy concreto de concepto de divinidad, de Dios: el monoteísta entendido como juez. ¿Por qué si no deberíamos preocuparnos y no disfrutar la vida, si no es porqué Dios nos va a juzgar hasta por los más pequeños errores? Sin embargo Dios ha sido postulado de muchas otras maneras, más allá de una extrapolación antropomorfa y masculina con poder absoluto y ganas de venganza y de juzgar. Así que yo digo, ¿cómo negar a Dios? Si lo estoy viendo, tocando, respirando, sintiendo en cada momento ¿Cómo despreocuparse al no creer en Dios? Pero si justamente no creer en Dios tan solo deja un vacío bastante inquietante. No niego el vacío, ni niego la inquietud, lo que niego es que no creer en Dios sea sinónimo de despreocupación y viceversa.
Es lo que sucede cuando identificas la divinidad con atributos humanos, que puedes postular… si existiera Dios no permitiría todas las desgracias que acontecen… Que visión tan cerrada. La divinidad no es un ser individual que se preocupue o se despreocupe, es algo mucho más abstracto y complejo y a la vez algo mucho más sencillo. Es como un buen padre o madre que deja que sus hijos experimenten y aprendan por ellos mismos. No sirve de nada que le digas a un niño “cuidado no toques eso que quema”, si no sabe que es quemarse. Cuando se haya quemado una vez, entonces entenderá. La Conciencia evoluciona y la única manera de evolucionar es mediante la adquisición de experiencias, tanto las que llamamos buenas como malas. Es así de crudo.

Sea como sea, esta discusión y esta reflexión sobre si Dios existe o no me parece bastante infructuosa. Me parece mucho más útil, productivo y necesario reflexionar sobre si uno mismo existe o no. Todo lo que llamamos Yo es algo ilusorio: nuestro cuerpo es materia en continuo cambio, nuestra mente producto de nuestra biología y nuestro ambiente, nuestros actos serán pasto del olvido. La vida de un hombre no pasa de los 100 años… mientras que el Cosmos existe desde hace varios miles de millones de años. Nuestra vida es menos que una anécdota que sucede en un grano de arena en una playa infinita.

Hoy día nos sigue produciendo el mismo asombro asomarnos al universo.
(grabado Flammarion, 1888)




¿Porqué preocuparse por la riqueza? ¿Porqué preocuparse por el éxito, por la fama, por conseguir lo que deseamos? Todo es en vano. Nada de lo que hagamos será trascendente. Nuestra muerte es una mera ilusión. No podemos morir puesto que nunca hemos nacido, ya que no somos nada. La individualidad que experimentamos es una ilusión temporal, somos en realidad una parte indivisible de un conjunto mucho mayor. Así que simplemente nos queda una cosa, disfrutar sin preocuparnos, vivir intensamente, porque solo poseemos el presente. Y lo único trascendente que hay en nuestra vida es aprender, amar, conocernos y realizar en nosotros la Unidad.

“Probablemente TU no existes, deja de preocuparte y disfruta la vida.”

domingo, 4 de enero de 2009

1 de Enero, ¿Año Nuevo?

Parece una obviedad, pero no la es. ¿Por qué empieza el año el 1 de Enero?
Un año no es más que el período de tiempo (contado en días) que el planeta en el que vamos montados necesita para realizar una vuelta entera alrededor de nuestra estrella, el Sol. Ahora bien, ¿por qué empezar a contar desde la posición en que se haya el 1 de Enero? Evidentemente no todas las culturas cuentan a partir de esta fecha, de hecho la nuestra tiene la peculiaridad (aunque supongo que no singularidad) de no marcar el inicio del año en función a ningún evento astronómico.

En la antigua Roma se iniciaba el año alrededor del principio de Marzo, es decir cerca del solsticio de primavera que marca el inicio de la primavera y el despertar de la naturaleza. Fue Julio César quien decidió en el 47 a.C. cambiar el inicio del año al principio del onceavo mes. El motivo fue político y militar. Los cónsules eran elegidos ese mes, en enero, sin embargo el año administrativo no comenzaba hasta marzo, por lo que había dos meses de diferencia. Al hacer coincidir ambos eventos (y hacerlo en enero y no en marzo) lo que se consiguió fue más tiempo para poder gestionar los recursos para preparar las campañas militares, que en aquellas edades se llevaban a cabo casi siempre en verano.

Por lo tanto cuando celebramos el fin del año y el año nuevo, en realidad estamos celebrando… nada, no sucede nada que se pueda usar como indicativo de principio o final del ciclo. A mi entender lo lógico cuando quieres marcar un principio en un ciclo continuo es escoger como tal a uno de los dos extremos (solsticios) o a uno de los dos medios (equinoccios). Cuando empieza un nuevo año, en nuestra mente se nos evoca un nacimiento, y ¿en que momento parece “nacer” el mundo? En primavera. En mi opinión el momento debiera ser (como lo es para los persas zoroastristas por ejemplo) el equinoccio de primavera, el 20 de marzo.

En nuestro caso es cierto que el año nuevo cae cerca del solsticio de invierno (por pura casualidad)… pero en la antigüedad la Natividad del Sol era más bien considerada el principio del embarazo que concluirá en primavera cuando nace el año, la vida, aunque el Sol se estuviera gestando desde el solsticio de invierno.

Sea como sea, no dejo de desearos a todos un feliz año 2009, empiece cuando empiece.