viernes, 3 de julio de 2009

Juguetes del destino: el espejismo del libre albedrío.

Pocas cosas existen que puedan incomodarnos tanto como el hecho de considerar que todo está determinado, incluso nuestras elecciones, que no somos libres. Nuestro concepto de Yo se sustenta en gran medida en la percepción de que escogemos libremente ante las situaciones en las que nos encontramos. Igualmente siempre se ha considerado que uno de los aspectos que nos diferencian de los animales es precisamente esto, el libre albedrío.

Sin embargo lo cierto es que el libre albedrío es tan solo un espejismo, una apariencia. Al igual que el resto de cuanto existe en el universo, estamos totalmente predeterminados. Hacemos lo que hacemos porqué no podemos hacer otra cosa, exactamente igual que los animales. La única diferencia es que en nuestro caso el tipo de factores que nos determinan son más amplios.

Nuestra base genética y nuestras vivencias pasadas: ese es el núcleo de nuestras elecciones. Evidentemente escogemos, escogemos siempre entre varias opciones que se nos presentan. Pero, ¿a caso no hace lo mismo un animal? Si un animal es atacado y tiene que huir escogerá una vía de escape descartando otra. Por tanto, ¿que diferencia existe con los humanos?
Supuestamente mediante el libre albedrío podríamos haber escogido cualquiera de las opciones que se nos presentaron y no forzosamente una, como le sucedería a un animal. Esto en el fondo es un sinsentido, siempre escogemos influidos por nuestro carácter, formado éste por nuestra genética y nuestras vivencias pasadas. Como animales que somos.

De hecho si esto no fuera así sería totalmente perturbador. Sin ningún motivo, simplemente por ser una opción, mañana podría dedicarme a apuñalar a la gente. Cuando hacemos algo siempre lo hacemos por algún motivo predeterminado. Escogemos, sí, pero no libremente. De hecho lo que llamamos Yo se traduce precisamente en eso: en escoger en función a como somos, por tanto cómo somos nos obliga a escoger de manera predeterminada. Evidentemente existen análisis previos, la mente tiene que evaluar y decidir cual es la opción que cree más correcta en función a su propia estructura.

Igualmente sería absurdo negar que el ser humano tiene la sensación de escoger libremente, y es una sensación de gran fuerza. Pero como digo, esto es tan solo una sensación que percibimos a posteriori de realmente haber tomado una decisión, como científicamente se ha demostrado:
http://www.redaccionmedica.com/revista_prensa/archivo/levante_16_04_08_10.pdf


¿Qué es entonces esa sensación de libertad? Se trata de aquello que nos diferencia de los animales: la conciencia. He concluido en que un humano y un animal escogen exactamente igual, la diferencia, creo, es que un animal no tiene conciencia de haber escogido entre opciones, mientras que el ser humano sí. Aunque escojamos igual de determinados tenemos conciencia de todo el proceso, pero esta conciencia no puede darse antes o a la vez de escoger, si no justamente después.

Y a pesar de todo lo expuesto, sí creo que podamos alcanzar la libertad absoluta, aunque no es una libertad de acción si no precisamente de inacción. Aquello que nos aporta esa sensación, falsa, de libertad es la conciencia. Mientras nos identifiquemos con la acción de escoger jamás seremos libres, por todo lo que hemos visto, ahora bien si comprendemos que en el fondo lo que realmente nos otorga la sensación de Yo y de libertad es la Conciencia, la capacidad de observar, y nos situamos en ese nivel, nos identificamos a nosotros mismos como observadores de nuestra vida, entonces somos totalmente libres.

Es como identificarnos con el protagonista de una película o bien con el espectador, sentado en el cine. El primero está totalmente determinado y no tiene libertad, escoge pero en realidad no lo hace libremente, el guión está escrito. Sin embargo el espectador, sin poder cambiar el argumento, es totalmente libre pues nada de lo que suceda en la pantalla puede realmente afectarle. Sin embargo, y he aquí la paradoja final, no podemos escoger libremente identificarnos con uno u otro, es algo que llega cuando tiene que llegar, tras las vivencias que nos impulsarán finalmente a dar este último paso.

Tan solo es libre aquel que comprende que no tiene ninguna libertad, pues al dejar de luchar contra su verdadera naturaleza se acomoda a ella y ya nada puede afectarle realmente.