miércoles, 30 de octubre de 2013

Psicopatología y parafilia. O cuando lo anormal se confunde con lo patológico.

Hace poco leí que al parecer en el DSM-V va a dejar de considerarse como psicopatológico la práctica de ciertas parafilias como el BDSM (bondage, dominación, disciplina, sadismo, sumisión, masoquismo), el cross-dresing (el travestismo) o el fetichismo. Ahora que también parece que el DSM va a dejar de ser referencia para los psicoterapeutas en EEUU es cuando se “enmienda” esta perspectiva.

Y es que es muy peligroso (para la libertad personal) que, de entre todas las perspectivas posibles de lo que es psicopatológico, la que domine en nuestras sociedades es la que define la psicopatología en función de la conducta anómala. Evidentemente esta definición permite definir como enfermo a todo aquel que no se amolde a la media de la sociedad: el homosexual está enfermo, el practicante de bdsm está enfermo. Coño es que hasta el friki debe estar enfermo. Los sanos deben ser los hombres heterosexuales y aficionados al fútbol. Todos los demás estamos locos. Es el peligro de la norma, de lo “normal”.
Sin duda esta definición de salud mental es un gran error. La salud mental resulta mucho más interesante definir en función de otros aspectos: bienestar emocional de la persona y quizás conducta adaptativa. Si alguien disfruta y se siente bien siendo azotado y esta conducta no le produce una desadaptación a la vida que él mismo desea llevar, ¿dónde está lo patológico? ¿En que no es normal?




Y es que además lo normal... es lo estadísticamente normal o lo que los valores de nuestra sociedad entienden como normal. Porqué si fuera un hecho estadístico el celibato eclesiástico sería considerado también psicopatológico y sin embargo no se considera como tal. Así pues además vemos que lo anormal no es más que un eufemismo para inmoral.


Probablamente esté mucho más cerca de lo psicopatológico aquel que defiende su normalidad a ultranza, aquel que está hiperadaptado a las normas (entiéndase a lo que se considera correcto) de su sociedad que un practicante de bdsm. El motivo es evidente: aquel que no se atreve a explorar sus impulsos internos es más probable que padezca mayor sufrimiento emocional y sea menos capaz de llevar la vida que desea, que no aquel que se escucha y se acepta. 

lunes, 28 de octubre de 2013

La forzosa búsqueda de visión de Aron Ralston.

Aviso a los que no hayáis visto la muy recomendable 127 horas (o leído el libro Entre la espada y la pared) porqué esta entrada contiene spoilers.

Aron Ralston quedó atrapado hallá por mayo del 2003 en un cañón en Utah. Mientras lo recorría una roca enorme cayó atrapando su antebrazo derecho. Durante 127 horas (algo más de 3 días) permaneció así. Sin dormir, casi sin comer, y prácticamente sin agua. Finalmente tomó su navaja multiusos de baja calidad (sin filo) y consiguió amputarse el brazo por debajo del codo. Así salvó su vida. Y por ello su historia alcanzó difusión mundial. Poco después Aron escribió una autobiografía y en 2010 Danny Boyle rodó 127horas narrando su epopeya personal.



Aron Ralston graba un mensaje en vídeo para sus padres tras quedar atrapado. 

La difícil y tremenda situación que Aron vivió supuso una dura prueba personal, de eso no hay duda. Más allá de los hechos objetivos: se queda apresado, sin comida, sin agua, sin perspectivas de ser encontrado (no le había dicho a nadie a dónde se dirigía), y finalmente toma la drástica pero necesaria decisión de amputarse para sobrevivir, lo interesante es el proceso interno durante toda la vivencia. A medida que pasaban las horas y los días Aron cada vez más débil empieza a sufrir alucinaciones, primero relacionadas con la ansiedad de la situación, el deseo de huir o la necesidad de agua. Alcanzó la máxima desesperación, la última noche que estuvo atrapado estaba tan convencido que sería la última de su vida que llegó a grabar su propio epitafio en la roca. Se entregó a morir. Es entonces, alrededor de esos momentos, cuando explica que de repente todo encajó para él. Comprendió que todo aquello lo había escogido él mismo. Que esa roca estaba allí aguardando su paso desde hacía millones de años. Que cada aliento y acción que había tomado lo habían dirigido siempre a ese preciso instante en que la roca se desprendía y él quedaba atrapado. Él había negado siempre su vulnerabilidad, hasta el punto de correr el riesgo de ir solo a un remoto lugar sin que nadie supiera a dónde se dirigía. Sin duda esa roca estaba ahí para hacerle ganar consciencia de su vulnerabilidad, para reconocer su humanidad.
Tras darse por muerto Aron explica que tubo una poderosa visión en que se vio saliendo de su cuerpo y entrando en un cuarto en que un niño pequeño estaba jugando y que al verle se le lanzó a los brazos. Cuando lo miró a los ojos se dio cuenta de que era su hijo. Nada más poderoso que nuestro hijo para obligarnos a ser vulnerables a la vez de protectores con los demás.
Pero Aron en 2003 no tenía hijos. Cuando volvió al estrecho cañón en que su brazo estaba atrapado supo que si había un hijo esperándole, él no iba a morir allí atrapado. Tomó una roca y golpeó su brazo hasta romper los huesos. Luego tomó su navaja sin filo y empezó a hacer lo único que podía hacer, mutilarse, segar la carne. Lo que más le costó fue romper los tendones. Finalmente y tras mucho esfuerzo su brazo derecho se desprendió de su cuerpo. Tras aquella operación, tras liberarse de la roca, tras todo lo que había aprendido en esos cinco días de sí mismo y de la existencia humana y antes de abandonar aquel lugar dijo una palabra: GRACIAS.


Gracias. 


Quizás Aron no lo sabe pero lo que vivió hace diez años fue una búsqueda de visión. En su caso una búsqueda forzosa. En varias tribus de indios norteamericanos existe la tradición de la búsqueda de visión: el individuo se retira a un lugar aislado, a veces con privación sensorial, ayuna, a veces hasta deja de tomar agua, y no duerme hasta que finalmente alcanza una visión de sabiduría. En ocasiones en esas visiones iniciáticas de culturas chamánicas puede experimentarse un descuartizamiento del cuerpo. Lo que Aron vivió sin buscarlo de manera consciente fue una búsqueda de una visión que sin duda cambió su vida para siempre.

Aron con su mujer y su hijo. 





domingo, 27 de octubre de 2013

Anarquismo relacional.

He escrito en este blog en varias ocasiones acerca del poliamor. Pero lo cierto es que desde hace ya un tiempo vengo comprendiendo que este concepto no es el que más se adapta a mi perspectiva de las relaciones.
Y es que, por poner un ejemplo y supuestamente, aquel que está en el ambiente swinger, no lo está en el poliamor, y viceversa. Desde la perspectiva del poliamor queda fuera de su ámbito el tener una relación esporádica fuera de la propia pareja, en tales ocasiones para el ámbito “oficial” del poliamor, no hay amor.

Luego está el concepto, más amplio, de la no-monogamia. Un no-monógamo pues, pudiendo o no tener pareja, mantendrá otras relaciones: amorosas y/o sexuales, esporádicas o mantenidas durante un tiempo. Se acerca, pero no cubre bajo mi punto de vista la total realidad de las relaciones humanas. Y es que el problema está en querer clasificar, categorizar, etiquetar todo. Bueno, ya que parece que en cierto modo necesitamos esas etiquetas, vamos a usar la más amplia posible: anarquismo relacional.

Andie Nordgren escribió este manifiesto para el anarquismo relacional que me parece bastante interesante. Bajo mi punto de vista el anarquista relacional no se preocupará por intentar enmarcarse dentro de un tipo de relación preestablecida, sea monógama o no-monógama. La base de esta perspectiva puede estar en actuar según uno sienta, siendo plenamente sincero con uno mismo. Esto nos puede llevar a quedar fuera de cualquier categoría predeterminada. Hasta incluso diría que el anarquismo relacional va más allá de la necesidad de que las personas implicadas en la relación sean conscientes de todo lo que la otra persona siente o de su situación vital. Siempre y cuando no haya la voluntad de dañar a las otras personas. Hay tantas formas de encarar una relación como personas existen en este planeta, y decir que unas formas son correctas o más correctas que otras es caer en el juicio moral. Podemos pensar que unas pueden producir más sufrimiento o dolor que otras, pero no que son más buenas o más malas.



Así un anarquista relacional puede decidir involucrarse en una relación monógama y no por eso es monógamo, pues a diferencia del monógamo el anarquista relacional sabe que ha escogido una opción, y que esa elección puede cambiar con el tiempo sin juzgarse moralmente por ello, y por tanto no juzga cualquier otro tipo de opción relacional.