domingo, 23 de mayo de 2010

La Sombra: una reflexión histórico-cultural.



El concepto del arquetipo de Sombra fue acuñado por el psicólogo C.G. Jung en su teoría sobre la mente humana. Según el autor la Sombra es aquella parte del inconsciente producto de todo aquello que rechazamos en nuestra propia naturaleza. Se puede considerar aquella parte instintiva, elemental del ser humano que suele ser rechazada desde el Yo consciente. Supone nuestros aspectos más pasionales como la ira, la agresividad, el odio, la lujuria, el dolor, el miedo, la pena y también los conceptos de enfermedad o muerte. Todo aquello que rechazamos aceptar no desaparece si no que aún estando reprimidos se encuentran en el inconsciente y generan una división, una escisión en nuestra psique. Aquello que no aceptamos en nosotros mismos pasa a formar nuestra Sombra, permaneciendo en la oscuridad y aterrorizándonos.


A pesar de que fue Jung quien realizó este planteamiento, relacionado con el del inconsciente de Freud, en realidad no hizo si no que racionalizar algo que se encontraba ya simbólicamente (y a veces aún más) en muchas obras literarias del siglo XIX. Sin embargo no tan solo se encuentra en la novela gótica del romanticismo ya se puede hallar universalmente a lo largo de la historia.

De hecho en la mitología popular europea se nos habla ya de la lucha entre el yo consciente y la sombra: en las historias de vampiros y de hombres lobo, e incluso también en cuentos populares como “la bella y la bestia”.

En otras culturas la importancia de la aceptación y la integración de las dos polaridades que forman al ser humano son fundamentales por ejemplo en el yoga o el taoísmo (con su teoría del yin-yang). La escritora  Ursula K. Le Guin, fuertemente influida por el pensamiento taoísta, acabó convirtiendo su obra de fantasía “Un mago de Terramar” en un pequeño tratado de la lucha entre la parte luminosa y la parte oscura del hombre, y su final integración.

Como decía durante el siglo XIX fue rico en novelas acerca del tema de la lucha entre la consciencia y la sombra. Algunas de las obras clave de la literatura gótica son muy claras en este sentido: “El retrato de Dorian Gray” de Óscar Wilde, “El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde” de Robert Luis Stevenson, “Nuestra señora de París” de Víctor Hugo, “Drácula” de Bram Stoker, “El fantasma de la ópera” de Gastón Leroux. Incluso también obras del pre-romanticismo como “Fausto” de Goethe, o de ciencia ficción como “El hombre invisible” de H.G. Wells. Todas estas obras siembran la semilla de lo que luego cristalizaría en la reflexión psicológica de Freud o de Jung. 
 
 
Richard Mansfield como "dr. Jekyll y Mr. hyde"

Sin embargo Jung quizá se atrevió a dar un paso más. Propuso que es necesario aceptar la Sombra, no luchar contra ella, si no conocerla e integrarla a la conciencia de manera que el ser humano pueda así alcanzar su máxima potencialidad.

A finales del siglo XX y en este siglo XXI la subcultura gótica mantiene esa reflexión (de manera más o menos consciente) a cerca de la faceta humana que tendemos a reprimir y a esconder. De alguna manera en el gótico actual, verdadera continuación del romanticismo, se comprende que los instintos básicos y los temores vitales deben ser experimentados con la intención de ser comprendidos e integrados en nuestra psique para su mayor amplitud.

“Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad”    C.G. Jung