lunes, 30 de marzo de 2009

Crisis es catarsis.

La evolución de la humanidad es un camino de cultura y de tecnología. Aparentemente hemos avanzado, hemos progresado y obtenido grandes dones. Pero lo cierto es que hasta ahora esos dones no pesan más que la maldición que suponen.
Hemos modificado sin control nuestro ambiente, lo hemos puesto al borde de la destrucción. La guerra, la violencia, la hambruna y la escasez de agua entre los humanos no ha hecho si no que aumentar en magnitud. Hemos creado una civilización alienada, de seres aislados del exterior y de su propio interior. Es cierto que hemos ganado en comodidad, en años de vida, en bienes y lujos materiales, pero en lo esencial no hemos avanzado nada: en la capacidad de sentirnos realizados, en la capacidad de alcanzar una armonía, como individuos y como sociedad.
Todos estos problemas se encontraban ya como semilla en el origen de todas las civilizaciones neolíticas y patriarcales y han llegado a su cenit durante el último siglo. ¿Quizá ahora nos encontremos ante el colapso del núcleo de nuestra civilización? ¿Qué alcance puede llegar a tener la actual crisis económica, social y ambiental?

Durante los últimos milenios el hombre se ha movido guiado por el impulso de poseer, de acumular, y en definitiva de tener bajo control el mundo material que le rodea. El origen último de la maldición de la humanidad y del hombre como individuo es la dualidad, la separación de Yo y tú, de Yo y el planeta. Cuando nos sentimos separados de lo que nos rodea, queremos que eso que es externo sea lo más adecuado para el Yo, de ahí la tecnología, de ahí el ansia de placer y de control de aquello que no identificamos como Yo.
Esto conlleva una vida superficial y muchas veces mezquina, llena de contradicciones y autorepresión, marcada por la irrealidad de un yo que se preocupa por controlar lo material, cuando en realidad el ser humano es mucho más. Estar vivo es más que no estar muerto, estar vivo es más que tener, que poseer, estar vivo es sobretodo ser, aprender, dar, conocer. No estoy negando el valor de lo material, tan solo creo que hay que darle su justo valor.

El hombre se ha empeñado en ser algo que no es, confundido por la conciencia y por la frustración que supone la muerte, por el ego, por la voluntad de poder. Nos hemos arrojada a un punto de no retorno, en el que todo el sistema cultural, económico, ecológico puede venirse abajo.

Pero de toda esta ruina que podemos sufrir puede surgir un nuevo paradigma, un modelo más auténticamente humano. Este cambio global supondría un cambio individual, un cambio hacia un estado de integración con uno mismo, con los demás y con el ambiente, y no de dualidad. Creo que por fuerza aprenderemos que el modelo que hemos seguido es erróneo, o mejor dicho inmaduro. Todo cambio surge de una crisis, tanto a nivel individual como a nivel global.

La sociedad basada en el poder parece llegar a sus máximas consecuencias en todo el planeta.
Si todo esto es cierto puede que debamos atravesar un cataclismo a nivel mundial, puede (o no) que muchas cosas y vidas se destruyan durante esa catarsis, pero si no aprendemos de ello, si no somos capaces de mirar atrás y aprender de nuestros errores para crear un mundo nuevo dirigido por la humanidad y no por el egoísmo, todo el dolor causado y sufrido durante la historia de la humanidad habrá sido en vano.

Muchos creerán que no son tan malos los tiempos que vivimos. Yo a veces también lo creo, como cuando pongo la tele y veo hablando a la Cocacola del sentido de la vida o cuando todo es verde en un anuncio de una petrolera. Pero yo confío firmemente en que ha llegado esa hora, la hora de la renovación, y en que esta nueva escena necesita de grandes actores para ser representada.

¿Es hora de tomarse el papel en serio?