jueves, 6 de noviembre de 2008

“Antes de santa, puta” Libertinaje y espiritualidad.

Siddhartha Gautama vivió entre los años 560 a.C. y el 480 a.C. Príncipe en el clan de los Sakya, se crió en la opulencia del palacio de su padre, rodeado de lujos materiales, deducimos que también sexuales, y alejado de la vida espiritual. Se casó y tuvo un hijo cuando tenía cerca de 30 años. Al descubrir la vejez, la enfermedad y la muerte, Siddhartha abandonó su familia para buscar la liberación. Tras su despertar fue llamado Buddha.

Ramón Llull vivió entre el 1232 d.C. y el 1315 d.C. Hijo de una familia noble catalana, entró a formar parte de la corte de Jaume I. En la corte, Ramón vivió una vida de placeres materiales, se casó y tuvo dos hijos, además de numerosas amantes. Cuando tenía aproximadamente treinta años tuvo una visión extática tras la que dejó su herencia a su familia para dedicarse a Dios. Es, sin duda, el mayor místico en la cultura catalana.

La mayoría de las religiones establecidas nos intentan guiar y conducir por el que creen el “buen” camino, es decir por la parte final de la biografía de estos dos personajes. Pero lo cierto es que podemos dudar mucho de que ambos llegaran a ser quienes fueron si no hubieran pasado antes por la fase anterior. Me imagino a Ramón Llull internado en un monasterio desde joven…. de mayor se dedicaría a petar el culo de los monaguillos en vez de ser un erudito.

Cierto que no todos los libertinos pasan luego a ser grandes místicos, cierto que no todos los grandes místicos han pasado una fase libertina, pero lo que es innegable es que todos los que lo han llegado a ser lo consiguieron de manera espontánea, siguiendo su propio camino, no las reglas establecidas en su momento. Y yo creo, rotundamente, que la mayoría de mortales necesitan pasar por una fase libertina, ya no incluso para poder llegar a ser grandes místicos, si no porque no hay nada malo en ello, al contrario nos acerca más a nuestra esencia, demos los siguientes pasos o no.




Por otro lado esos siguientes pasos no tienen porqué ser iguales para todo el mundo. Hay vías místicas (como ramas del tantrismo y del taoísmo) en que el mundo material, de los sentidos, el cuerpo físico, no se niegan nunca, si no que se subliman haciéndose trascendentes. Estas vías usan también el sexo como camino hacia la Unión. Eso sí, no es un sexo “normal” si no que supone una actitud determinada, en un “régimen” controlado, con una serie de ejercicios y visualizaciones, y a veces rituales etc…

De las corrientes que conozco quizá fue la de los seguidores de Carpócrates quienes más abiertamente trataron el tema. Animaban a los seguidores a seguir sus impulsos, no solamente sexuales, para aprender de ellos y evolucionar cada uno hacia su propia vía. La cima de la montaña es una, pero los caminos que llevan hasta ella son muchos. Se dice que los carpocracianos participaban de orgías, tenían (tanto hombres como mujeres) múltiples parejas sexuales, realizaban diversos tipos de práctica sexuales etc… Según su opinión, creían que el ser humano se reencarna hasta haber aprendido todo lo que debía aprender. Y cuando entendían que su verdadera esencia era la misma que la de Él, sabían que no había nada que pudiera mancillar esa esencia, pues es inafectada, y nada de lo que haga el cuerpo físico (creado también por Él para que disfrutemos y suframos) puede afectarle.


Eva, quien escuchó a la serpiente y comió del árbol del conocimiento y por tanto representa la faceta espiritual del ser humano, surgió de Adán, la faceta mundana y material. No podemos ser Eva sin ser antes Adán, no podemos ser santas sin ser antes putas.

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